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ARTICULO DEL DIA=
RIO EL
COMERCIO
Cuando el sufragio universal masculino echa=
ba a
andar en España a finales del siglo XIX, en la pequeña parroq=
uia
de Poago se daba un paso más al constitu=
ir, en
1894, una de las primeras asociaciones vecinales del país.
En esa época carecía de nombre, pero aquella primigenia junta
cumplía los requisitos propios de un colectivo de vecinos: velar por=
los
intereses de la parroquia. Desde entonces, la asociación ha trabajad=
o de
forma ininterrumpida en beneficio de Poago supe=
rando
todos los cambios políticos, sociales y culturales que se vivieron e=
n el
país.
Mucho ha cambiado la parroquia desde aquel 6 de enero de 1894. Prueba de el=
lo
son las subastas que se hacían el Día de Reyes de la finca Ve=
gas
Bravas -nombre con el que se llamaría más tarde a la
asociación vecinal- entre los vecinos de Poago<=
/span>.
«Se trataba de una finca donada por una mujer para el pueblo. El veci=
no
con la puja más alta se quedaba con el prau
durante un año para su uso y disfrute, mientras que el dinero obteni=
do
se utilizaba para beneficio de la parroquia», explica el actual
presidente de Vegas Bravas, José Ángel Álvarez. Con mo=
tivo
de esta tradición, la asociación vecinal celebra su asamblea
general ordinaria el Día de Reyes, «así los vecinos ya
conocen de antemano la fecha y lo único que puede cambiar es la
hora».
Si en un primer momento se trataba de una junta vecinal, durante el franqui=
smo
pasó a denominarse asociación de cabezas de familia, nombre q=
ue
cambió con la llegada de la democracia al actual de asociació=
n de
vecinos Vegas Bravas. Como demuestran estos sucesivos cambios de nombre, el
colectivo vecinal de Poago fue un fiel reflejo =
de
cada momento histórico. Así, durante
Arcelor y la perrera
Pero el cambio más sustancial para la parroquia llegó con la
industrialización de los años sesenta, cuando se instal&oacut=
e;
la actual fábrica de Arcelor.
«Desaparecieron las vegas de cultivo de remolacha, de trigo y de cent=
eno,
ya que Poago es la parroquia que más
coge», apunta Álvarez. Y añade: «Sabemos lo que
significa una fábrica siderúrgica, y a medida que pasan los
años se va notando el desgaste». Asimismo, la perrera municipal
llegó hace varios años a la parroquia, aunque los vecinos
reconocen que «los perros no molestan mucho». Y hasta la parroq=
uia
ha sufrido un cambio de nombre con la nueva toponimia en asturiano, pasando=
a
llamarse oficialmente Puau. «La gente ant=
igua
no tiene ningún problema, porque ese nombre ya viene de años
atrás», explica Álvarez.
La llegada de Arcelor y la perrera provoc&oacut=
e; una
cadena de mejoras en los caminos, el sistema de alumbrado y la recogida de
basuras por parte de Emulsa. «Estamos bien
equipados, así que podemos decir que somos unos privilegiados»,
afirma el portavoz vecinal. Eso sí, matiza, «es verdad que no
somos tan exigentes y reivindicativos como otras parroquias».
No obstante, este carácter tranquilo no quita para que los vecinos d=
e Poago tengan sus demandas. La principal de ellas se r=
efiere
a la instalación de unos juegos infantiles en la parroquia, una
reivindicación que ha cobrado importancia en los últimos
años por el incremento del número de nacimientos. «No
pedimos grandes cosas. Simplemente que algunos columpios que están
retirando de otras zonas los traigan para Poago,
porque es una pena que las madres tengan que coger a los niños con la
merienda y llevarlos a
Pero de lo que más presumen los vecinos de Poag=
o
es de sus fiestas comunitarias, como la de mayores, el magüestu
o las gastronómicas centradas en la fabada, el lacón y los
callos, a las que acuden muchas personas que abandonaron la parroquia.
«Lo bueno que tenemos es que la gente que vivió aquí
regresa a todas las actividades que hacemos. Además, la mayorí=
;a
siguen siendo socios de la asociación», concluye el portavoz de
Vegas Bravas.